MUNDO MACHANGO

SITHIS: GUERRA DE LOS MERCENARIOS

Cuando Roma salió vencedora de la Primera Guerra Púnica, Cartago quedó inmersa en una profunda crisis. Había perdido su supremacía en el Mediterráneo, había sufrido una derrota moral importante, y los pueblos en los que tenía sus colonias comerciales, o que subyugaba su política de impuestos, empezaron a perderles el respeto. 

Sin embargo, la consecuencia más importante a corto plazo de la derrota cartaginesa fue la llamada Guerra de los Mercenarios. El enorme ejército contratado por Cartago reclamaba ahora el dinero que se le debía, pero el Senado Cartaginés no hacía más que dar largas.



Lo cierto es que es complicado jugar con el pan de un soldado mercenario, y eso fue algo que descubrieron los cartagineses a mucho no tardar. Declarando su rebeldía, Mathos comienza a liderar un ejército con los restos de la campaña de Sicilia, y mientras avanza hacia la ciudad que un día le contrató, va reclutando hombres de tribus y ciudades libias subyugadas por Cartago. Así, reúne un contingente de cerca de 90.000 hombres (aunque con alrededor de 20.000 profesionales) y marcha hasta las mismas puertas cartaginesas. 

La situación de Cartago era muy grave. Aquel enorme ejército cercaba ahora su propia casa, y el destino de la potencia se hallaba en jaque. Y aunque la presión de Mathos dio sus frutos, pues el Senado accedió a pagar las deudas, el ejército rebelde ya no quería otra cosa que no fuera tomar la ciudad.


Hannón fue el encargado de conducir al ejército cartaginés contra la rebelión, en detrimento de Amílcar, a quien el Senado ridiculizaba por su fracaso en Sicilia. La consecuencia fue una desastrosa derrota en Útica, y el engrandecimiento consiguiente de los ideales rebeldes. 

Cartago se encontraba al límite y, en ese momento, el Senado votó a Amílcar como general de sus ejércitos. El retorno del General Barca era la última carta que los fenicios podían jugar. 


Fue en Bagradas donde Amílcar equilibró la balanza y detuvo el avance vertiginoso de los rebeldes. Natural de Cartago, Amílcar sabía que el río Bagradas, junto al que acampaba la mitad del ejército mercenario, tenía un vado natural al depositarse la arena del desierto procedente de los vientos durante una época específica del año. Aprovechando este improvisado puente, Amílcar marchó con 10.000 hombres, caballería y elefantes incluidos, y asaltó por sorpresa las posiciones de los lugartenientes de Mathos, Autátito y Spendios, y se enfrentó a una fuerza dividida de 25.000 hombres.

Antes de que los mercenarios pudieran reagruparse, Amílcar golpeó duramente sus líneas, e hizo huir a más de la mitad de los rebeldes. La otra mitad cayó bajo el filo de su espada. 

La Batalla de Bagradas hizo ver que los mercenarios no eran una fuerza indestructible, por muy grande que fuera su número. Mathos prendió en ira y cometió muchos errores que desembocaron en su posterior derrota. Pero eso es otra historia.