MUNDO MACHANGO

BATALLA 4: CAMINO AL OBELISCO


Batalla: Camino al Obelisco
Turnos: 5
Diferencia de puntos de victoria: 500

¡¡GANAN LOS ORCOS!!

Despliegue Inicial. Los No-Muertos intentan formación sable

La ofensiva orca desestabiliza las filas NoMuertas

Los orcos Cargan con los Gore Raiders para abrir brecha

Intervienen los Greatax al perder una unidad

Los NoMuertos intentan la desesperada, pero los Greatax resisten

Los Orcos Aplastan a los NoMuertos

Cap. 4: Camino al Obelisco

Tan sólo la luz de una pequeña lámpara de aceite iluminaba la tienda de campaña, pero era más que suficiente para Gorak, pues aquella noche no utilizaba sus ojos para ver. Había lanzado un puñado de huesecillos sobre un trozo de piel con extraños símbolos grabados, y ahora canturreaba una letanía gutural y aterradora. 

A su lado, como un muñeco vacío al que costaba mantener el equilibrio, un antiguo caudillo orco, sin alma en los ojos, se debatía entre la muerte y la no-vida. 

Eres la prueba de que estamos cerca, Grokzo, pensó Gorak mientras seguía canturreando. ¿Qué demonios buscan esos malditos nigromantes?¿Por qué nos cortan el camino una y otra vez? Les hemos aplastado, y no cesan en presentarnos batalla, cada vez con más vehemencia. Son como piojos rojos del Desierto de Kath, siempre encima de nosotros. ¿Son acaso los protectores de estas tierras? 


Mírate, Grozko. Antes liderabas ejércitos y ahora apenas te mantienes en pie. Pero tranquilo, volverás a la vida. Tú y todos los que han caído bajo mi mando. Cuando este viaje termine, volveremos a Los Asentamientos, en el cálido sur, y mataremos a cuantos orcos no quieran luchar bajo mi estandarte. Unificaremos a todas las tribus y nos haremos fuertes. Y luego arrasaremos los reinos de los hombres.

El hechicero orco cesó los cánticos, y el cuerpo de Grozko perdió su verticalidad. Cayó al suelo golpeándose en la cabeza, y un líquido negro y denso comenzó a manar de su cráneo. El viento sacudió la piel de la tienda de campaña, y la luz de la lámpara tembló. Gorak sintió un frío y agotamiento repentinos,  y se agazapó entre las mantas. 

Bajo ellas, abrió un pequeño cofre tallado de forma muy tosca. De él extrajo una llave dorada, que parecía refulgir con la tímida luz de la lámpara.


Tú me guías hacia la fuente, susurró Gorak. Me has otorgado un poder que aún no comprendo, pues no consigo interpretar correctamente las señales que siembras en mis sueños. Pero sé que cuando lleguemos a la fuente, lo entenderé. Tú me has elegido, desde el momento en que fuiste mía, cuando sólo era un muchacho débil al que los jefes de mi tribu despreciaban y querían ver muerto. Desde que te arranqué del cuello de aquella mujer muerta. Eres mi luz. 

La luz de la lámpara se debilitó. Cobró fuerza un instante, y luego se extinguió. Ahora el viento, como un lamento que se elevaba desde lo más profundo del bosque, parecía oírse más. Solo el gruñido de los jabalíes, incómodos por el intenso frío del exterior, cortaba el aullido de los árboles. Gorak se recostó entre las mantas y se preparó para dormir, con el puño cerrado sobre su preciado tesoro.